Por una Crítica de la Razón Docente

Lo defendí el pasado viernes, para inaugurar el II Simposio EDARTE. La educación artística y visual y las nuevas tecnologías. Lleva el título que tienes arriba y, si hace algún tiempo que llegas a este blog, te recordará algunas de sus entradas. Me hizo mucha gracia que un profesor me llamara «apocalíptico» y una profesora dijera que «había sacado la metralleta». Precisamente porque intenta lo contrario, proponer futuro y que nadie muera en el empeño. Aquí debajo lo pego, por si a alguien le sirve para seguir replanteándoselo o para comenzar a hacerlo. Va sin enlaces ni adornos, y sin cambiar nada de lo que leí:

Es urgente, me parece, que ante tanto debate educativo, tanto informe, tanto diagnóstico anual, tanta queja, tanta sensación de fracaso y desconcierto colectivo, construyamos seriamente lo que, permitiéndome parafrasear a Kant, he llamado una Crítica de la Razón Docente. Una crítica que nos sitúe en otra perspectiva, otra actitud, que nos sumerja seriamente en la actualidad, ante nuestros alumnos, los de ahora, como Servicio Público, en mayúsculas, consciente de su papel en nuestra sociedad. Una crítica que nos permita, razonablemente, adoptar actitudes y prácticas educativas actuales, alejadas de lo que Ana de Benito, en su sensatísimo artículo “La pedagogía no tiene la culpa” ha recordado como “leyendas urbanas” educativas y “conocimiento indígena” del profesorado. Debemos definir con claridad, y en ello ando, qué podemos hacer, qué debemos esperar, qué podemos obtener, con quiénes estamos en los centros educativos, en definitiva, qué es la escuela hoy en día, qué fue y qué quiere ser mañana.

Mucho se ha dicho, y más se ha escrito, sobre la ausencia de recetas o soluciones universales en el mundo educativo. Y es verdad que lo que sirve hoy puede que no funcione mañana, que lo que tiene sentido en un determinado contexto puede que no lo tenga en otro. Pero hay algo común en la base de cualquier posible contexto, en el trasfondo de cualquier solución, de cualquier práctica educativa. Y ese fondo común es la actitud. Una actitud derrotista, nostálgica o centrada en errores o faltas de colaboración de la administración, los padres y la sociedad en general conducirá inevitablemente al fracaso de las prácticas educativas que se den en su seno. Lo contrario, una actitud positiva, realista, consciente de dónde, cuándo y con quiénes estamos, una actitud de asunción de responsabilidades y profesionalidad, abierta seriamente al cambio, nos lleva a éxitos de todo tipo. Sí, digo con total claridad que en buena medida los profesores somos el problema. Y eso, seguramente, suene mal. Pero quizás nos siente mejor si lo miramos de otra manera: si somos el problema también somos la solución.

¿Cuánto tiempo va a seguir la escuela como institución, y los que trabajamos en ella llorando? ¿Cuánto vamos a tardar en reconocer dónde y cuándo estamos? ¿Qué ganamos con idealizar, idolatrar, deformar el recuerdo de un supuesto paraíso perdido en el que creíamos, sin duda equivocadamente, que funcionábamos a la perfección? ¿Qué hacemos repitiendo por los pasillos, las salas de profesores, y cada vez que tenemos oportunidad, esa versión tan nuestra de El Apocalipsis según San Docente?

Hace unos meses me dediqué en Twitter, una red de microbloging en internet, a recopilar una colección particular de tópicos educativos, es decir, de frases que se repiten en los centros de enseñanza y que me parecen muy significativas. Me ayudaron profesores de distintas provincias de España, con la idea de que lo que podría haber sido una experiencia individual mía, se contrastara con las suyas. Les voy a leer algunas de ellas, agradeciéndoles, de antemano, si me quieren ayudar a completar la colección. Podríamos detenernos en cada una, porque son síntomas de problemas concretos, de visiones pesimistas del cambio, de inadaptaciones profundas de la institución escolar a un mundo cambiante. ¿Les suenan a ustedes las siguientes letanías docentes?:
-“Cada vez enseñamos menos”.
– “No sé qué necesidad hay de tantos ordenadores, yo con una pizarra y una tiza…”.
-“¡Con las cosas que echan en la tele es imposible!”.
– “El otro día le tuve que quitar el móvil a fulanito”.
-“A los alumnos de hoy en día no les interesa nada”.
-“Los alumnos no comprenden nada y no quieren hacer nada”.
-“La LOGSE se cargó la educación”.
-“Hemos perdido la autoridad”.
-“Antes se valoraba el esfuerzo”.
-“Los niños de ahora no son como los de antes”.
– “Este alumno no entra más en mi clase”.
-“Toda la culpa la tienen las familias”.
-(En los colegios) “No entiendo que puñetas les enseñan en Infantil”.
-(En los institutos) “No entiendo qué puñetas hacen los niños en los colegios”.
-(En la Universidad) “No entiendo qué puñetas les enseñan en los Institutos”
-(En la empresa/sociedad) “No entiendo qué puñetas les enseñan en la Universidad”

Podríamos seguir, hay muchas, muchísimas más. Y podríamos deternernos en cada una de ellas para observar cómo retratan, en el fondo, situaciones de incomprensión de la actualidad, incomprensión por parte de la escuela, sin duda. Estoy harto de oír que existen alumnos que son “objetores escolares”, y mucho podría discutirse que los haya. Y poco, muy poco o casi nada, vemos retratar otra cara de la realidad, la que al parecer no queremos ver: hay instituciones escolares objetoras respecto a los alumnos. Instituciones que expulsan de las aulas, de los centros, que agrupan a los alumnos saltándose la legalidad en función de criterios tan poco serios y profesionales como vergonzosos. ¿Qué son alumnos “buenos” o “malos”? La historia de la humanidad está llena de genios que fracasaron en la escuela, o mejor dicho de escuelas que fracasaron con genios. Y lo seguirá estando, sin duda.

Es curioso, muy curioso y muy significativo que yo esté hoy aquí con ustedes para plantearles algo tan obvio en la teoría como difícil de ver y de hacer en la práctica: la necesidad de cambio permanente y de adaptación seria, profunda, al alumnado actual. Hoy es 6 de marzo, del año 2009. ¿Pueden ustedes, por un momento, hacer el ejercicio mental de trasladarse a la época en la que eran estudiantes? ¿Recuerdan esas pizarras? ¿No es tan difícil, verdad? ¿Qué hacíamos? Esperábamos a los profesores sentados, más o menos callados, acumulábamos información, la que nos daban los profesores, repetíamos discursos de todo tipo, memorizábamos los pasos de aquellos ejercicios de matemáticas que jamás supimos de qué trataban en realidad. ¿Ha hecho alguien un logaritmo después de salir del instituto? ¿Íbamos a Londres sabiendo hablar inglés? ¿O más bien con una sobredosis de gramática inglesa a la que queríamos aferrarnos en cualquier comercio de Oxford Street? ¿Nos enseñaron a amar el lenguaje a base de situar atributos, complementos circunstanciales y distinguir los tipos de oraciones subordinadas? ¿Qué creábamos?

Asistíamos como buenos alumnos a un modelo de escuela en el que, mayoritariamente, los docentes de hoy en día, éramos alumnos aplicados, los triunfadores de un sistema de educación excluyente y para unos pocos, poco o nada creativo, repetitivo y unidireccional: los profesores enseñaban, el alumno aprendía, quiero decir, memorizaba. Eran otros tiempos, sí, literalmente otros, y éramos otros jóvenes, sustancial, social y mentalmente otros. Y como triunfadores en aquel modelo, demasiadas veces queremos repetirlo ignorando el paso del tiempo. Y como fracasa con la juventud de hoy en día, en vez de reconocer la necesidad positiva de una auténtica revolución metodológica, tendemos, muy mayoritariamente a echar balones fuera y repartir culpas: la sociedad, las familias, las leyes, la televisión, internet, etc, etc, etc.

Perdamos de una vez esa visión apocalíptica del cambio que nos sume en la queja y la inacción. Es un anacronismo absurdo, injusto y condenado de antemano al fracaso, seguir pidiéndoles a nuestros alumnos lo mismo. Son otros, pero la escuela no lo es. Y ahí fallamos nosotros. Desde las disposiciones de las aulas, los tramos horarios, los tipos de distribución por grupos, quién habla y quién escucha, lo que les contamos, etc, etc, demasiadas veces construimos instituciones que se presentan ante ellos como apariciones extrañas en medio de su realidad vital. Hace falta, me parece, un serio cuestionamiento de nuestra tarea. Un replanteamiento sincero y responsable que nos sitúe de una vez con claridad y optimismo ante los jóvenes de hoy en día. Lamentablemente, y siento decirlo, esta escuela fracasa hoy porque lo que realmente quiere es ser la misma de ayer. Fracasa envejeciendo con su modelo. Fracasa porque aunque se haya cambiado el maquillaje y los zapatos en el fondo pretende ir a aquellos guateques de antes, y ya no los encuentra. Esa revolución metodológica pasa por dotar de significatividad su tarea, porque ellos, los alumnos hagan más, construyan, creen. Sí, ya sé que eso ya lo decía la LOGSE, esa ley tan demonizada por los docentes y que jamás llegó a cumplirse del todo, seguramente porque era demasiado atrevida para lo que estábamos dispuestos a asumir. Muchas, muchas “leyendas urbanas”, como recuerda Ana de Benito, hay sobre ella.

En términos artísticos, no hemos aprendido la lección para poner en práctica una pedagogía cubista, surrealista, dadaísta, conceptual, pop, futurista o expresionista. Y digo “pedagogía” no repetición literal de aquellos modelos. No es surrealista, en sentido estricto, copiar un cuadro surrealista. Aunque quizás sí sea artísticamente absurdo y delirante. Poco, muy poco hemos aprendido de las inmensas posibilidades de relación con la realidad que nos ha ofrecido el arte. Hemos querido perpetuar la pedagogía del realismo más rancio, la de la institución escolar como un lugar en el que hay gente, los alumnos, que repiten lo que dice alguien, el profesor, que repite lo que dijo o hizo alguien, porque alguien ha decidido que repetir eso es importante. Eso son retratos de retratos de retratos, copiados sin creación, confundir la cultura, la educación, con la repetición. ¿O no se sigue viendo por ahí el ejemplo más absurdo de aquello de “copia esto cien veces”?

Inevitablemente esa significatividad pasa también por un uso sensato de los nuevas tecnologías. Y digo sensato porque no se trata de abrazarlas es una especie de TIC nervioso vacío para seguir repitiendo los viejos esquemas. Digitalizar apuntes no está mal, pero no se trata de eso. Porque si algo posibilitan estas nuevas tecnologías, es justamente la ruptura con aquel viejo método en el que uno habla y los demás repiten. Se trata, más bien, de construir en red, de tirarle la pelota al alumno como autor, como gestor de conocimiento colaborativo, poliédrico, como más artista y menos espectador pasivo. Decía Marcel Duchamp, y después lo han repetido muchos, que el espectador completa el cuadro. No hay espectador imparcial, neutral, como no hay alumno que no complete el acto educativo, de una manera activa si queremos que sea un acto verdaderamente educativo. Coincidirán ustedes conmigo en que no tiene sentido seguir pintando, haciendo arte, como en el siglo XIX. Sin embargo, en el trasfondo de la mayor parte de las instituciones escolares, en su currículum, en el explícito y en el oculto, a poco que se observe seriamente, se sigue creyendo que sí tiene sentido seguir abordando la práctica educativa como en el siglo XIX. Es un absurdo cronológico y profesional seguir esperando que los alumnos que nosotros fuimos vuelvan a entrar por las puertas de las aulas. Y además, tampoco sería bueno. Por eso, les decía, es necesaria esa Crítica de la Razón Docente. Sí, son necesarias, absolutamente necesarias, pero también justas y profesionales, nuevas prácticas educativas. Precisamente para compartirlas estamos aquí.

Acerca de Juanjo

Profesor de Filosofía

Un Comentario

  1. Andamos diciendo más o menos lo mismo aquí y allá unos/as pocos/as (¿o quizás ya no tan pocos/as?) con total acuerdo o con diferencias de matices: hablamos de cambio, adaptación, autocrítica, buen uso de las TICs, redefinición de los roles, revisión de las metodologías, etc.

    Permíteme, J.J., que use del humor un momento: a mí si me entraran dos individuos mal encarados de la L.N.C., un tal J.J.M.L. y otro tal R.L.R.J. en clase de 2º. de Bachillerato, me cago por las patas abajo. Prefiero a mis queridos/as alumnos/as de ahora mil veces.

    Un fuerte abrazo (apocalíptico).

  2. Lola

    ¡Hola Juanjo!
    Ya sabes, de acuerdo contigo en la necesidad de una Crítica de la Razón Docente, de acuerdo en asumir mi parte de responsabilidad, efectivamente, en cada clase mis alumnos son todos míos y de mí, en gran parte, depende lo que puedan aprovechar. Pero no les quito a las familias y al resto de las instancias sociales su parte de responsabilidad en la educación de los jóvenes. Algo les toca también. Sobre todo a los políticos, que toman decisiones que limitan nuestra capacidad de acción con absoluto desconocimiento de lo que ocurre en un aula.
    PERO, yo entro cada día en el aula, yo tengo frente a mi (o a mi alrededor) a los chicos/as, yo puedo provocar bostezos o sonrisas, interés o desinterés por un tema. No decido a quién, no decido el qué, no decido el cuándo, no decido el dónde (a veces, sí) pero sí decido el cómo.
    Un abrazo.

  3. A las golondrinas no les gusta el binomio «sistema educativo», sobre todo lo de sistema, pero claro, ellas están muertas o son de plástico, y lo peor es que no saben que lo están. Ni yo lo sé y eso que las veo desde mi ventana, pero el cristal… porque siempre hay cristales.

  4. Ya esta en marcha esa crítica, que empezará por cortar las alas a la filosofía, mira como se distribuyen los nuevos departamentos

    http://www.sfpa.es/blog/?p=137

  5. Martín Núñez

    Bueno Juanjo, aparte de visitar tu blog, leerte, y no sé que cosas más, te informo que voy a ir mañana a mi centro, voy a imprimir tu Crítica de la Razón Docente, y voy a ponerla en un A3 en ese tablón donde se acumulan, entre otras cosas, muchos de esos tópicos que comentas.
    Me alegro de que haya algo de luz en nuestra profesión. Saludos

  6. Tremendo alegato, Juanjo.

    Y es que el «viejo método en el que uno habla y los demás repiten», no puede ser más desolador. Yo definí al profesor en post como eminentemente explicador, al alumno tendría que hacerlo como «oidor».

    En otro orden de cosa, a propósito de lo que dice Lola, mañana voy a dar unos modestos datos sobre la aportación de las familias al éxito escolar, sólo nos acordamos de ellas para justificar el fracaso.

  7. Me vas a hacer gastar papel, Juanjo, y eso atenta contra mis principios e(ti)co-lógicos. Pero mañana mismo repartiré una centena de octavillas con La Crítica de la Razón Docente a las puertas de unos cuantos centros educativos. El fax al servicio de inspección ya está apalabrado. Y, si me apuras, rescataré los correos de algunos asesores de ministro, padres de la LOGSE, con quien tuve el placer de trabajar hace siglos, para hacerles llegar el enlace a tu entrada.

    Se te salen los «ismos» por los poros, y tu Duchamp de tu alma tuya, pero me gusta, me encanta esa asociación espectador-alumno como actor del cuadro-acto educativo; que te centres en la actitud, en la visión, percepción subjetiva, más que en la lógica aristotélica pétrea, sin movimiento, del sistema educativo. Esa capacidad para ver la realidad de un modo distinto, es la que promueve el cambio de paradigma, rescata de la inmovilidad. Dichosos ojos los tuyos, que todo lo ven. 🙂

    Besos

  8. Fran

    Excelente! Tras la reunión de CCP (ETCP allí) de hoy necesitaba leer algo así. Of course que mañana estará pinchado en el tablón de mi ies. Saludos!

  9. Muy bueno Juanjo, lo flipo: cuanta luz

  10. Inmaculada

    Supongo que ya sabes de mi admiración por ti, aunque discrepemos en determinados planteamientos, pero por si acaso te la vuelvo a expresar ahora. ¡¡Chapó!!

  11. Me pongo en pie…
    ¡Enorme tu análisis, enhorabuena!
    ¡Ahora toca ponerse a trabajar y difundir este mensaje!

  12. Pingback: El Apocalipsis según San Docente « 14 de abril

  13. Discurso impresionante, enhorabuena, muy bueno… creo que voy a obligar a escucharlo a unos cuantos compañeros… gracias

  14. Creo que las diferencias en nuestras forma de entender la educación son evidentes, pero me gustaría saber tu opinión ante El nuevo “Borrador de Reglamento Orgánico de los Institutos de Educación Secundaria” de Andalucía http://www.sfpa.es/blog/?p=137

    Creo que de ser aprobado en Andalucia puede ser la cabeza de puente para entrar en el resto del estado.
    En mi opinión supone dar la puntilla a la filosofía `[y a otras materias especiales[] desaparece el departamento y es englobado en el macro departamento de» sociales y ciudadanía»: pérdida de peso la materias específicas, ahorro de horas y dinero, enfrentamiento internos, ruptura del organigrama actual… En fin me gustaría saber como casan esas propuestas con tu Crítica de la Razón Docente.

    A mí me parece muy grave esa propuesta para Andalucía. Quizá conozcas el asunto Inger Enkvist y el proyecto de Ley de Educación de Cataluña.. puedes leerlo en http://antesdelascenizas.blogspot.com/2009/03/en-defensa-de-la-pedagogia-3.html, creo que vale la pena echarle una ojeada, aunque esté en las antípodas de tu planteamiento -no sé si lo está-

    Saludos

  15. Un cordial saludo, es la primera vez que entro al blog y lo hago a través del blog de Júcaro, 14 de abril, que ha enlazado este post.
    Comparto el análisis que has hecho de la situación actual. Muchos de los que han comentado antes se nota que también lo hacen y que algunos son profesores de instituto. Yo soy profesor universitario desde siempre, digo desde siempre porque llevo treinta años de profesión, y he visto también evolucionar la enseñanza a ese nivel. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que la actitud es importantísima. Tenemos que estar dispuestos a enseñar a nuestros alumnos, y para ello hay que usar un lenguaje y unos medios que ellos comprendan y acepten, internet, medios audiovisuales, y el móvil si hace falta… Pero también tenemos que estar dispuestos a aprender, y a aprender de los alumnos, de sus preguntas, de sus motivaciones, de sus dificultades. El proceso, a mi entender, tiene que ser bidireccional, evidentemente no será equilibrado pero es importante llegar a ese compromiso que se adquiere libremente con ellos, si vosotros estáis dispuestos a aprender yo puedo enseñaros y además aprenderé de vosotros.
    Perdón por la extensión del comentario, solo disculpable por lo mucho que me ha interesado tu post.
    Saludos.

  16. Juanjo ¿te apetece una limonada?, tengo el gusto de darte el premio limonada, espero que lo recibas con el mismo gusto que yo te lo doy. Un abrazo, Montse

  17. Pingback: 7×7 (I) « Diario de hoy

  18. Yo nunca fui ni soy ni seré una alumna aplicada, ordenada, sistemática, ni trabajadora. Y salí adelante a pesar del sopor que me daban muchos de mis profesores y profesoras de todos los niveles por los que pasé. No sé qué tiene que ver el sistema con la educación. Porque a veces me pregunto cuántas cosas me he perdido por la ineptitud de los que se encargaron de mi (muchas veces mala) educación. Y eso no me pasó a mí sola. Ni ha dejado de pasar.

    Tampoco sé qué culpa tienen las administraciones o las familias con que haya profesorado cutre, sin formación, sin ganar de formarse, sin amor por los niños y las niñas y sin ganas de solucionar lo que le corresponde. ¿Por qué no se presentaron a alguna concejalía?

    Mientras debatimos de quién es la culpa de todo (procurando que no nos salpique) sería conveniente dejar de perder el tiempo; un tiempo que no es nuestro, que es de ellos, de los niños y niñas que pierden horas lectivas y oportunidades por la desidia de muchos y la impotencia de otros.

    Pero a pesar de todo, siempre se puede hacer algo y siempre hay cerca algún buen ejemplo a seguir, independientemente de mejoras familiares, sociales y administrativas.

    Gracias Juanjo ;))

  19. Es curioso Lola, reconoces «no soy ni seré un alumna aplicada, ordenada, sistemática, ni trabajadora» y sin embargo achacas lo que te has perdido a los malos profesores que has tenido. En qué quedamos, pues.

  20. Bueno, quizá debí expresarlo mejor. Lo que quise decir es que no respondo a lo que se esperaba de mí: cumplidora, modosita, muda, sin ideas, escuchando y tragando todo lo que ellos dijeran. Era trabajadora cuando le veía sentido a lo que hacía, pero no trabajadora desde el punto de vista de los mayores, que identificaban trabajadora con nena que repite lo que digo sin equivocarse y sin rechistar; eso no era ser trabajadora, era ser sumisa y a mí eso se me daba mal; por ejemplo, la lista de los reyes godos me resultaba patética y no sabía por qué 😛
    Yo era despierta, pero incapaz de estar cinco horas quieta en una silla copiando la misma frase absurda o escuchando al Físico que se explicaba como el culo y tenía ínfulas de catedrático.
    Pasé muchas horas de pasillo, expulsada por reírme de tonterías porque tenía la friolera de doce años en 2º de bachillerato de la época (tengo 49 años).

    Y lo que quise decir es que, a pesar de ellos, soy una mujer sana que trabaja en lo que le gusta, maestra. Pero pudo haberme costado menos, si ellos hubieran sido mejores profesionales. Y puede que algunas cosas me salgan bien en mi trabajo diario porque no olvido lo que yo viví en la escuela, así que procuro no repetirlo aunque perfecto no me salga, pero al menos se me ve la intención.

    A veces lo hemos dicho: el alumnado sobrevive a pesar de todo, pero yo me pregunto si sería posible que en vez de sobrevivir en las escuelas e institutos, pudiéramos vivir mejor, aprender mejor, llevarnos mejor. A fin de cuentas, la vida es tan corta que apenas merece la pena pasarla malamente, no?

    Y ya puesta a confesarme, los buenos profesores y profesoras que tuve, que los hubo también, me salvaron de cosas menos buenas que viví en mi familia, con unas características de la época muy determinadas, salvándome por ejemplo de un matrimonio absurdo a los 18 años, diciéndome que yo podía hacer otra cosa distinta a la que hizo mi madre, enseñándome que había vida fuera de la «seguridad» de mi pueblo, quitándome el miedo a vivir.

    Añadiré que hasta la carrera la hice en la cosa privada, como curiosidad. Sólo COU en la pública y me gustó tanto la libertad que casi repito, jejejeje.

    Preguntarnos a todos por qué trabajamos en esto sería un buen punto de partida para saber dónde estamos. Creo…

  21. José

    Hay un error en tu análisis: rechazas la fuente de conocimiento que aporta la experiencia de los profesores. En el fondo haces una crítica superficial de tus compañeros de instituto, a los que probablemente escuchas decir cada día al salir de clase que cada vez es más difícil trabajar. No son leyendas urbanas sobre la educación, es el resultado de su experiencia vital, cotidiana.
    Tu crítica es elitista, profesor de Filosofía… hum, ya se sabe alumnos de Bachillerato, en todo caso, de 4º de ESO… Pero cuando bajáis a la arena de la realidad (1º a 3º de ESO)…
    El otro día entraba en la sala de profesores de mi Instituto tu homólogo. Venía de una «encantadora» hora de Alternativa en un curso bajo, 2º de ESO. Se había tomado varias pastillas para bajar la tensión, para aliviar el estrés, y no podía ni vivir casi… y aun así, sobre la mesa tenemos pendientes las ACIS significativas para DIS, DES, Sobredotados, etc.
    Personalmente, llevo 24 años de docencia, 20 de ellos en un instituto de barriada humilde. Doy Lengua y Literatura, y aparte hice estudios de Pedagogía. Creo estar preparado para entender el asunto. El deterioro de la Educación ha sido evidente. Prefiero cuando dábamos FP a 44 chicos de Automoción en 1º de FP, o a 44 peluqueras. Era más fácil trabajar y motivar entoces a esos 44 que a los 25 de ahora en el centro CAEP. Era más fácil la disciplina con un solo Jefe de Estudios para 800 alumnos que ahora con tres Jefaturas de Estudios y dos Orientadoras y profesoras de Apoyo, etc. Los profesores somos mejores que nunca, los medios también; pero la estructura legislativa ha ido dando golpes de ciego, las familias están muy destrozadas, los valores sociales son confusos o contraproducentes. Nosotros hemos pasado por varias reformas y contrarreformas, la Pedagogía está desacreditada porque simplemente burocratiza el trabajo y casi no resuelve nada.
    Anda por ahí un cómico de cierto gracejo, el Tío de la Vara… cuando éramos alumnos, nos dieron con la vara los profesores del tarado-franquismo, y ahora nos dan con la vara nuestros propios alumnos…
    Y aún me quedan 20 años más para jubilarme, estoy deseando ver las nuevas remodelaciones legislativas, tipo Bachillerato con curso puente y demás… es que me troncho de la risa.
    Crítica de la Razón Docente, qué bueno, ja ja ja

  22. José, los y las de Filosofía ya hemos bajado a la arena con la «maléfica» Educación para la Ciudadanía y yo, al menos, estoy encantada. Mis alumnos y alumnas de 2º de ESO sin más cariñosos, más francos y más espontáneos que los de bachillerato y eso también es interesante. Por otra parte, a lo mejor, si miraras la realidad con menos prejuicios (ellas peluqueras y ellos mecánicos, ellas orientadoras, te ha faltado decir ellos directores) a lo mejor podrías disfrutar más de ella.

    ¡Ay José, cuánto sufrimiento llevas a tus espaldas!, ¿Has pensado en dejar este trabajo tan duro y dedicarte a otro de los muchos trabajos que hay por ahí tan bien pagados, tan bien reconocidos, con tantas vacaciones…? Es una posibilidad, no lo olvides.

    Un saludo, Montse

  23. Hola Juanjo:

    Me ha encantado cómo has sintetizado y puesto en palabras un pensamiento, una actitud, que comparto plenamente. Enhorabuena por la reflexión y ya la hago circular.

    Un cordial saludo.
    Jordi

  24. Aplaudo su iniciativa para desarrollar una “Crítica de la Razón Docente” a la manera kantiana. Supongo que se tratará de investigar los límites y las condiciones de posibilidad de la tarea docente en su uso puro, lo cual vendrá bien a todos porque:
    1) en cuestión de límites, merece la pena precisar a qué alcanza la Razón Docente y qué tipos de fenómenos no pueden ser comprendidos por ella, teniendo en cuenta que en los últimos tiempos (más o menos veinte años, desde la LOGSE) el poder de los partidos políticos, para quitarse el muerto de encima, ha intentando hacer recaer sobre la tarea docente una multitud de problemas sociales que el más simple análisis nos podrá mostrar ajenos (la integración social de los emigrantes, la integración de las etnias privilegiadas –los gitanos, por ejemplo-, la educación cívica de los adolescentes, la disuasión de la búsqueda de trabajo ante la enormidad del paro juvenil –brutal en su Comunidad Autónoma, por cierto-, la sexualidad de los adolescentes, la felicidad de los adolescentes, y otros varios asuntos de la intimidad de los adolescentes). Claro, este estudio no se podrá solventar exponiendo un puñado de tópicos cutres y mal traídos y una descripción de la supuesta enseñanza “de la que nosotros los docentes gozamos tiempo atrás” que no es más que un burdo esperpento que ni en las Jesuitinas del Sagrado Corazón (yo, que ya llevo en esto un trecho, perdone usted, tuve profesores excelentes, de los que aprendí entre otras cosas mucho acerca del Magisterio –la Razón Docente-; y si usted tuvo mala suerte tampoco es como para elevarlo a categoría universal). Tampoco creo que sea muy conveniente citar un artículo como el de Ana Benito, que no hay por dónde cogerlo, si se desea hacer auténtica Crítica de la Razón Docente y no demagogia populachera. Kant, para exponer los límites de la Razón Pura, se fijó en lo mejor de la Física de su tiempo, en Newton, y no en cualquier mindundi que pasaba por allí cerca de Texas.
    2) En lo que atañe a las condiciones de posibilidad aumenta el interés de la investigación, ya que quizás aquí, en el a priori, es donde peor se enfoca el asunto y donde más nos la jugamos. Se dice que la enseñanza debe adaptarse a los alumnos. ¡Pues menudo a priori! ¡Y menuda enseñanza que se avecina! ¿Qué entidad definida, homogénea, determinable, es eso de los “Alumnos”? Como nos pongamos a intentar establecerla como categoría nos cargamos toda la mandanga de la diversidad. Nos sale una tarea docente más recia que la prusiana de la época kantiana. Más parece que los alumnos constituyan algo a posteriori, que cada uno, como ha ocurrido siempre, sea de su padre y de su madre, un caos de sensaciones, y que entonces las categorías desde la que hemos de pensar la Razón Docente hayan de ser más objetivas: el conocimiento que haya que alcanzar, las habilidades intelectuales que haya que adquirir, los hábitos de estudio que se requieran, etc. Yo entiendo perfectamente que usted se sienta atraído por la ideología en boga, el mercantilismo consumista, que adapta la producción a los gustos del cliente e incluso acaba creando consumidores a medida de la producción. Pero no creo que no podamos superar en nuestro análisis esta propensión y pensar más allá de la plaza del mercado. Por otra parte, propone usted otra categoría: la del profesor optimista y esperanzado frente al profesor apocalíptico. Áquel es el que hace posible la enseñanza frente a éste que es el que la arruina con su espíritu derrotista. Y se vuelve usted a equivocar, porque ser esperanzado o melancólico no viene más que a representar emotividad subsidiaria. Esto es, quítele usted a un Seminario las horas de docencia propias de su especialidad, conviértale su tarea en puro pasatiempo, introduzca un grupo de escolarizados forzados en el aula y, con tal a priori, ya sea usted risitas o cejijunto, puede que se lo pase usted y ellos chachipiruli, pero de Razón Docente ni la más mínima. Por último, también parece que se pone la condición de la enseñanza obligatoria, porque se dice que con la del inmediato antes, excluyente y elitista, no se hace posible el ejercicio de la Razón Docente. Pero aquí debe haber un error. Porque la enseñanza en la que yo me formé, la del inmediato antes, porque no fuera obligatoria hasta los dieciséis años no quiere decir que no fuera posible, pública y gratuita hasta los nisesabe. Es más, somos la generación del boom universitario. Tuvieron que inventar la Selectividad porque éramos muchos, demasiados. La Formación profesional de entonces, tan infecta y denostada por los progres que la iban a salvar, resulta que posibilitaba una formación que la de ahora ni por asomo (sobre todo porque ahora no hay formación profesional, sino un chanchullo). Ahora, con esa maravillosa obligación a marchas forzadas titulan en proporción los mismos alumnos que antes, y al Bachillerato acceden tan poquitos, que en su Comunidad vieron si les compraban, que la Junta es capaz de hacer clientes a los niños de pecho, si es preciso (para mantenerse en el solio pontificio sevillano más años que Matusalén).
    3) No creo que vaya a fotocopiar en A3 la entrada, porque tendría que quitar unas quinientas mil que se han ido acumulando en los corchos de la Sala de profesores, de Orientadores, CEPs, Consejerías, Sindicatos, a lo largo de tantos años de reformas y que vienen a decir justito lo mismo. Porque a estas alturas creerse que se están lanzando verdades como puños, intempestivas y radicales, repitiendo tópicos de lo que lleva siendo ideología oficial impuesta y promocionada, es como para partirse de risa.
    4) Recomiendo la lectura de un discípulo de Kant que fue nueve años Rector del Gimnasium de Nüremberg, un tal Hegel, que, aunque vivió en el pasado histórico, no por ello deja de ser más actual en el presente vital. Y ya salió al paso de todas estas novedades (Hegel, G.W.F., Lecciones de pedagogía, México, F.C.E.).

  25. Me ha gustado tu artículo. Aunque parece enfocado a un tipo específico de enseñanza, se puede generalizar parte de él a otros estudios. Sólo un apunte sobre un apunte tuyo. La tarea, la empresa que propones casi al final, a saber, sumergir todo (docencia, alumnos, profesor) en un entorno donde las TIC contribuyan a que todos aprendan (profesor, alumnos y, por qué no, padres y familia) me plantea algunas dudas:
    1.- Ese entorno existe (puede existir), pero no se puede instalar en la escuela sin prerrequisitos. El hogar es clave, y pasa por la alfabetización digital de todos. La escuela es un artefacto institucional que, siendo realistas, nunca alcanzaría globalmente ese status sin la ayuda de la familia.
    2.- La escuela difícilmente se sumergería completamente en algo así porque los currículums, en cuanto a documentos de información/estimación de lo que el alumno sabe/debería-saber lo impiden (con razón en parte, sin razón en parte). Una escuela en la que se usen las TIC como medio para fomentar la actitud crítica y constructiva hacia el conocimiento es posible (un bellísimo ejemplo es http://fogonazos.blogspot.com/2009/03/viaje-al-interior-de-una-gota-de-agua.html ), pero quizás -ahora hablo del bachillerato- en detrimento del objetivo de reflejar todos los contenidos/destrezas que el alumno debe conseguir si su objetivo es la Universidad).
    3.- Un entorno TIC no significa, como bien apuntas, poner en la red (más) documentación. Requiere esfuerzo por parte del alumno, y ese esfuerzo puede ser muy duro y frustrante para ellos (como puso de manifiesto B. Lamb o David Gómes Fontanills en sus intervenciones en Zemos98). No es seguro que todos acepten eso, como no aceptan ahora tomar apuntes o participar en actividades. Desde mi punto de vista, es un esfuerzo de inmersión tan difícil para algunos como sumergirse en la manipulación adecuada de las funciones trigonométricas.

    Bueno, no me quiero alargar, sólo era un apunte 🙂 . Un saludo

  26. Eso es así Juanjo, parece que todo lo del nuestro alrededor cambia, pero la escuela se quedó parada.

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  28. josepo

    Crítica (pequeña) de la crítica de la razón docente.

    Una vez más este blog nos da ocasión de reflexionar sobre la educación. Gracias al autor y a todos los que enviáis comentarios.
    En un mensaje anterior sobre el artículo de Ana de Benito, “La pedagogía no tiene la culpa” yo manifestaba mi contrariedad sobre lo que ella denominaba pedagogía indígena. Dicho en pocas palabras: me parecía que despreciaba el valor de la experiencia sobre el terreno, de la reflexión sobre la práctica y sobrevaloraba la teoría pedagógica -que casi no podía ser desmentida por la realidad- Y se diría que la teoría pedagógica era un producto de la «razón pura» no apta para «marcharse» de realidad.
    Eso que se dice que «los profesores son el problema» me parece un diagnóstico distorsionador o distorsionante -no sé si está bien dicho pero creo que se entiende. Hombre, pues cada uno puede poner la lupa de aumento sobre quién quiera o donde quiera y caricaturizar ese «fragmento» de la cuestión. Esa es la primera crítica que te hago. Si te diriges a los profesores y tu intención es hacerles reflexionar sobre su práctica… entiendo por dónde vas, pero igual sería mejor decirlo de otra manera -más que nada para no caer en el otro «extremo». Creo que lo expresas mejor cuando dices: ¿Qué podemos hacer los profesores? ¿Qué puedo hacer yo?
    Otra crítica -espero que constructiva- sobre el tema de los «objetores». Pienso que los objetores son no son ni el alumno ni el colegio, sino el sistema empezando desde el gobierno de turno, el ministerio, las escasas dotaciones y la nula flexibilidad de los tramos educativos -tampoco ayuda la marginalidad social-. Digamos que los objetores son la consecuencia de todo un maremagnum de despropositos. Echar la culpa de esto al alumno o al profesor es como castigar a quien roba porque no tiene para comer. Sí estoy de acuerdo que los centros pueden hacer más por estos alumnos «abandonados» a su suerte. Los centros, así dicho, no existen, en realidad son los equipos directivos quienes pueden hacer algo, y lo que hacen es encajarles el mochuelo a los profes de a pie ayudándoles con «sólo» palabras extraidas de la jerga pedagógica -le llamo así en este contexto, porque me parece que todo ese discurso de la atención a la diversidad sin diversidad de recursos ni material humano suficiente es una jerga ocultadora de problemas. No creo que la pedagogía tenga que ser una especie de capa que todo lo cubre, de términos manidos que no se corresponden con la realidad de los hechos, eso es un pobre uso de la pedgogía -de su terminología-, es prostituirla.
    En tercer lugar, evidentemente se sigue aprendiendo logaritmos, es decir, contenidos que no valen ni sirven casi para nada. Habría que hacer una lista y ya veríamos lo que pasaba. Porque a lo mejor algunos de ciencias harían amplias listas de contenidos de letras y filosofías varias. Pero por mí de acuerdo. Pero mientras tanto seguirán…
    En cuarto lugar, la LOGSE. Para mí es la perfecta metáfora del «quiero y no puedo», de «pedir peras al olmo». Y el «olmo» no éramos los profes, bueno, o como mucho eramos unas ramitas del olmo.
    En penúltimo lugar, sobre lo denostado de «repetir» lo que el profesor dice. Creo que ni tanto ni tan calvo. Que a veces nos pasamos y otras no llegamos. O sea, cuando mucho cuando nada. Creo que el aprendizaje se da con los cinco sentidos, a veces en solitario y otras en conjunto. Y el sentido del oído también funciona. Por supuesto siempre es mejor «hacer» que «oír» o que «mirar» o «ver». Aplíquese a este tramo de la discusión la comparación de hacer el amor, ver oír, …
    De todas maneras creo que que lo que tú criticas es la «imitación» del profesor. El valor de la imitación es potente en el aprendizaje, pero se queda cojo sin la propia aplicación. Quiero decir que lo mejor es lo mejor, pero si no se puede lo mejor buenas son tortas. O sea que si no se puede hacer por lo menos mirar y oír.
    En último lugar, sobre las TIC. Son un instrumento y con los instrumentos siempre pasa lo mismo, depende del uso que se les dé. Tan sencillo como eso. Aunque no hay que olvidar las advertencias de mcluhan, el medio es el mensaje. Los instrumentos cambiarán nuestro mundo, el educativo, por supuesto.

    Para terminar decirte que te tomes todo lo anterior como lo que es, un elogio hacia tu escrito y un intento por entenderlo a mi manera.

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