Vista atrás

Hace poco recordaba Martín algunas de sus primeras impresiones docentes. Será que aquel jueves que nací va quedando cada vez más lejos, o será que ya van casi diez años en esta profesión. El caso es que ando también últimamente recordando cuando yo era estudiante y cuando empecé a dejar de serlo.

Me acuerdo de mi debut docente con aquel director correcaminos, de una jefe de estudios anárquica, de un instituto de una zona degradada de un pueblo cercano a Sevilla. De la enorme ilusión. De la sorpresa que me produjo el elevado número de suspensos que ponían los profesores de matemáticas e inglés. De las caras de los estudiantes de aquel COU de Ciencias en el que debuté explicando Marx, contándoles una historia real sobre una fábrica de Donuts.

Y me acuerdo, perfectísimamente, del primer día que llegué al instituto en el que sigo, con el miedo del mito de una zona que, en aquellos momentos, estaba clarísimamente peor que ahora. No me parece que hayan pasado tantos años, pero el calendario no miente.

Y me lo hacen recordar los compañeros nuevos llegados al instituto este año, sus enormes ganas, su afán por trabajar, por aprender, su entusiasmo dentro y fuera de clase. Esa sonrisa diaria. Quizás todo eso, inevitablemente, con el paso del tiempo, se vaya perdiendo. Quizás vayan dejando sus ganas en el baúl de la desidia. Quizás esa sonrisa con la que entran en clase se vuelva, con los años, descreimiento y falta de motivación. Y hay que evitar, a toda costa, que eso pase.

Quizás no, quizás vivan siempre la ilusión por hacer de todo esto algo un poco mejor. No sería justo que la perdieran. No. Y creo que no es nada malo mirar atrás, retomar ese impulso, ganas, ilusión, mirada virgen, volver a situarse para no perder la perspectiva de la aceleración a la que me lleva todo el trabajo diario. Ahora, voy a entrar a formar parte del recuerdo, mejor o peor, de muchos que van debutando en la enseñanza. Y es mi obligación que dentro de muchos años ese recuerdo sea mínimamente agradable. Y perdón por el ladrillo, será que aquel jueves está cada vez más lejos.

Acerca de Juanjo

Profesor de Filosofía

  1. Lola

    De acuerdo contigo, sólo añadir que para mí fue muy importante el recibimiento que me dispensaron en mi primera sustitución (2 meses), fue genial y me marcó, desde entonces siempre siempre siempre me esmero en recibir bien a los nuevos. Bueno, mi jefa de estudios me llama para ello si me ve cerca aunque sean profes de otro dpto. Y también tengo que decir que veo «nuevos» desilusionados antes de empezar y conocedores de tooooodos sus derechos pero no con ganitas de arrimar el hombro. Lo que también me aburre es oir a los «Viejos» hablar de los tiempos en que el profesorado vivía en chalets cuando ahora estamos todos bajo un puente. Un abrazo, soy Lola Carreño.

  2. Mas busca en tu espejo al otro,
    al otro que siempre va contigo.

    Antonio Machado

  3. Maribel

    A veces, necesaria la vista atrás.
    Yo eché de menos en mi primera sustitución una buena acogida, pero en los centros siempre hay gente con la que puedes contar.
    Creo que es responsabilidad de tod@s que est@s profes no pierdan la sonrisa.
    A mi me aburren la queja y el victimismo.
    Un abrazo.

  4. Martín Núñez

    Había una canción…»Y como pasa el tiempo, que de pronto son años…».
    Voto por vaciar «el baúl de la desidia». Voto por llenarlo de nuevo de primeros días. Voto por aquellos que nos supieron recibir. Y…un último voto, si se me permite, por los alumnos que nos olvidaron, perdonemoslos. Tal vez el día que les enseñamos a recordar no nos estaban escuchando, por atender en sus pensamientos a algún amor imposible.

  5. ¡Ay, Juanjo, que empezamos a ser de los antiguos! Vaya otoño melancólico que estamos pasando. Como decía el tango de Gardel:
    Sentir…
    que es un soplo la vida,
    que veinte años no es nada…

    El tiempo pasa, yo no entiendo ni de nuevos ni de viejos, sólo diferencio entre los que tratan a los alumnos como personas y los que tratan a los alumnos como mercancía. Espero que aunque pasen muchos años pueda seguir entrando a clase con una sonrisa, pueda seguir emocionándome con los chicos, pueda seguir conectando con ellos, pueda seguir haciéndoles partícipes de mi vida y siendo parte de la de ellos. Si algún día pierdo la ilusión, espero irme a otro trabajo.

    Un abrazo a todas/os. Montse

  6. Garum

    ¡Ojú tocallo! No sé cómo, estando de evaluaciones iniciales, sacas tiempo… Aumque me lo puedo imaginar.

    Recuerdo con mucho cariño, aquel día de junio de 2002 en la playa de Getares, cuando me lLamó CARMEN y me propuso continuar con un «proyecto», que era especial, y que respondía a las necesidades de los alumnos «el Barrio».

    ¡Qué barbaridad! Éste ya mi séptimo curso aquí.

    Ha habido de todo, siempre tendremos anécdotas, siempre podremos contar cómo un alumno hace cualquier cosa que nos llama la atención pero, al final, qué podremos decir de nuestra labor, qué dirán «ellos», cómo nos recordarán…

    Yo tengo varias, de las que sufrí y de las que aún sufro… Pero nunca encontraré un baúl lo suficientemente grande en el que guadar las gracias que le debo a CARMEN HUERTAS que, con todos sus defectos, me hizo comprender una labor como ésta…

    Yo, que nunca quise dar clases, que siempre me dediqué a trabajos en la empresa privada, y que siempre traté con personas adultas, llevo más de diez años tratando con adolescentes, menores y otros… (incluyendo a los padres). ¡No me lo creo ni yo!

    Nunca seremos conscientes de la importancia de lo que hacemos, de la influencia que tenemnos, del poder que ejercemos…

    ¡Aún hoy me llaman alumnos de La Línea! Donde estuve hace siete años, son profesionales, son adultos, con la vida «resuelta» (dentro de lo que cabe), me emociona mucho y me hace pensar que siempre hay un vínculo que nos hace ser personas con la responsabilidad de determinar el destino de nuestros alumnos…

    Comno lo siento lo digo, de todas formas no hay peor maestro/profesor que el que tiene tiempo para pensar y cuando un maestro piensa los alumnos… ¿deben temblar..?

    Los maestros/profesores han perdido la autoestima, no creen en nada de lo que hacen y, a fuerza de fracasos, se han convencido de que, hagan lo que hagan, no obtendrán ningún resultado…

    Pues… ¡Yo no he perdido la autoestima! Y creo que hay muchos compañeros, nuevos y viejos, más o menos cansados, con experiencia o sin ella, con bigote o con gafas, con falda o con pantalón que están dispuestos a seguir trabajando, a pesar de una administración políticamente absurda y absurdamente gestionada, para conseguir que muchas personas consigan tener una vida «en condiciones».

    Después de la parrafada creo que debo callarme «un ratito»…

    Un fuerte abrazo

  7. Uf, nos ponemos a mirar atrás y no paramos…

    A lo mejor es que tenemos siempre jóvenes delante, lo que nos debe dar energías renovadas permanentemente.

    Gracias y saludos. Es curioso leer vuestros recuerdos. Hay mucho en común. Muy curioso 😉

  8. Quería escribir mucho, Juanjo, pero no sé qué pasa que hay una letra que no «sale»… Mira: tú, tela, tontorrón, tocho, traca… ¿Tú sí la ves bien? Anda, en mayúscula sí que funciona…

    Espero a que se arregle, pero ¡volveré!

    PD: Yo nací en jueves También… Hablaremos.

  9. Comprendido: no la veo yo, pero en los comentarios sí sale bien…

    ¿Preparado? Ahi va…

    Juanjo, este es mi duodécimo año en la enseñanza. Empecé casi recién terminada la carrera y tan solo unos meses después de que “me hubieran pasado” por el CAP. Tenía solo veinticuatro años, una cría, y comencé dando Lengua en un cole concertado a 1º de BUP y a COU. ¡Tuve que preparar mucho las clases, porque yo era de Literatura! Recuerdo que procuraba ir vestida “de profesora”, para que se notara la diferencia de edad: me maquillaba un poquitín, me ponía zapatos de “mujer”… Qué tiempos… Mis primeros alumnos tienen ahora ya casi treinta años, y algunos tienen niños, están casados… Cuando me los encuentro tengo la sensación de que yo soy más joven que ellos… 

    Estuve bien en aquel cole, aprendí el oficio, a comenzar de cero cada día, a dar y darme oportunidades, a ser paciente, a prescindir de lo prescindible, a ver lo esencial aun sin los ojos… En fin, que me convertí en profesora. Después, aprobé la oposición en 2004 y me fui, claro, a la pública, que era lo que siempre había deseado (no lo había intentado antes porque nunca me venía bien: un año estaba demasiado enamorada, otro año demasiado triste y el siguiente demasiado ocupada… ). He estado cuatro cursos en el mismo insituto… Al comienzo, el cambio fue duro: la diferencia de alumnado, de organización, de compromiso con el centro… En fin, distinta “cultura escolar”… Pero me fui haciendo, encontrando y he estado feliz y feliz y feliz… He tenido algún día changuillo, pero han sido tan pocos… Sé que he servido de motor en muchas ocasiones, que he sido capaz de crear “buen rollo” entre compañeros, de que he transmitido “ganas”, ilusión… Me he sentido muy bien: apreciada por mis colegas, querida (y queriendo) por mis alumnos…

    Pero en marzo me puse “malita”… Resumo: hernia discal, operación, baja. Me he reincorporado en septiembre a mi centro definitivo, en otra localidad… No quería perderme los primeros días, los primeros pulsos… Y me gusta… He caído en un departamento de lujo, el equipo directivo está pendiente especialmente de la integración de todos los nuevos… Sin embargo, Juanjo, yo he cambiado… Y lo peor es que no sé hacia dónde…

    Por eso me acuerdo de ti, de cuando has (y hemos) hablado de los profes quemados, cansados, lastres… ¿Y qué soy yo ahora?… Desde que me encuentro mal (¿será la falta de fuerza, el cansancio de la “invalidez”, el cansancio del propio cansancio?…) no soy la misma: no llego al instituto silbando como antes, me río menos en las clases, me dan ganas de meter a empujones (¡se me acciona la cólera!) a los de 1ºA en su aula, me enfado a cada rato con los niños de mi tutoría… Procuro corregirme a los diez minutos, pero cuando salgo por la puerta me noto todavía más pesada la espalda y me empieza a picar el fracaso y a escocer mi incapacidad de hacer bien las cosas… Entonces pienso en todos los profes quemados, cansados, lastres… ¿Quiénes eran?… ¿Quiénes éramos? ¿Los tiramos a un barranco? ¿Que se busquen un quiosco? También tienen historia escolar, como los niños, también necesitan a veces refuerzo, apoyos… Como dicen en Cuba: “No es fácil”… Y sí, a mí me dan ganas de lanzarme a un barranco… profundo.

    Hoy estoy en casa, de “descanso”. El martes sentí que no podía más, que mi cuerpo llegaba al límite… No quiero estar de baja, así es que voy a intentar relajarme durante tres días, ir al fisio, hacer más deporte… No quiero decir “no puedo más” estando triste… No quiero marcharme por la puerta de atrás, vencida, llorosa… ¿Cómo me puede estar pasando esto? Si me vieran mis compañeros del año pasado no se lo creerían… ¿Cómo a mí, defensora hasta la muerte de la escuela inclusiva, “investigadora” de estrategias para la mejora de la inclusión en las escuelas y bla bla bla bla…? Y si a mí me ocurre… ¿por qué no a otros?

    Estar a medio gas implica tener menos paciencia, ver menos lo esencial (¡ni con gafas!), acumular el “suspenso” (¡o el gran cero!) del día anterior… A mí me llegó con nombre de hernia, y me revolvió el cosmos; a otros puede que sean los problemas con su familia, las dificultades con algunos grupos, la edad, el otoño… ¡Yo qué sé!

    (Anécdota: se incorporó también a mi nuevo centro un profesor de Ciencias Sociales que llevaba veinte años trabajando en un CAP dedicado a la “formación de formadores”, o sea, a ayudarnos a encarnar la LOGSE, la LOCE, la LOE o la sigla que les venga en gana en los centros… La Comunidad de Madrid ha reformado completamente el sistema de formación y muchos han tenido que volver a sus anteriores puestos… ¿Sabes cuánto ha durado mi compañero? ¡Tres semanas! Tiene baja por “depresión” para todo el curso… Y lo comprendo: tenía una tutoría de 1º de ESO de niños muy complicados… Solo, solísimo, más solo… Y no se sentía un héroe, sino un hombre, a lo mejor un pobre hombre… Pues me voy, que me borren, que paren el tren… que no puedo…).

    Echar la vista atrás… Me veo… Huy, si llevo falta y medias… (ahora voy al insti con vaqueros y botas de montaña… ). Quiero compartir mi ilusión, mi temblor cuando lego las églogas de Garcilaso, mi amor incondicional a don Quijote, mi buen ojo en la sintaxis… Camino erguida, oigo mi taconeo… No entro en la clase hasta que todos se sientan y están dispuestos a recibirme… como yo a ellos… Y me dicen: Gemma, son las ocho… ¿tú qué desayunas para tener esa energía? Sonrío: es ilusión y fuerza, solo eso… Y una madre me comenta: “Dice mi hijo que escucharte es como ver sentir vivos a a Quevedo, a Góngora…”

    Doce años después… Me veo… Clase de recuperación de Lengua de 1º de ESO. Eran 23 alumnos (¡imposible!) y consigo que los desdoblen… (¡Bravo por el equipo directivo de mi IES y por mi compañera de departamento, que ha querido compartir fatiguita conmigo!). Ahora solo tengo doce. Llego al aula y solo me encuentro a dos… El resto llegan tarde del recreo corriendo, gritando, tirando las carpetas, haciendo muuuucho ruido, sin saludar, sin material (después de un mes todavía tres o cuatro no traen el cuaderno pequeñito que nos hace falta, pierden las fotocopias que les di el día anterior…), sin ganas… Ni ellos… ni yo. El aula está desordenada, caótica: libros tirados, bolsas y bolsas por el suelo, bolas de papel, aviones, mesas sucias… La mitad de los alumnos son de esa clase, y la otra mitad de otra… “Profe, yo no lo limpio porque esto no es mío”… No existe “grupo” de antemano, no hay proyecto común… Hay que crearlo en dos horas a la semana… No tengo fuerza… Me callo… Me he dicho que no pienso alzar la voz… Ellos, después de quince minutos de espera, también se callan y se sientan… Intento por allí y por allá: tienen que darse cuenta de que no pueden recibir así a nadie en su aula, de que hay que cuidar el espacio, la voz, algunas formas… No transijo con todo… ¿Ves? Al final doy un grito… ¡Mierda, para mis adentros!… Y a la vez voy aflojando, qué remedio: hay dos niños marroquíes con muchísimas dificultades en lengua y que además no paran quietos porque como no entienden o no les interesa lo que les propongo… Casi no saben ni leer ni escribir… Además, tienen problemas familiares “graves”… Veo a otro niño búlgaro que repite y que está más desordenado que el aula… No sé cuántos partes le han puesto ya… ¿Y para qué? Le da lo mismo… Hace lo que quiere: se levanta, coge, tira, habla, grita, escribe, se levanta, estropea o roba el material de otros niños, lee, grita otra vez… Es muy listo… y creo que le hace falta que lo quieran… Veo también a cuatro niños españoles sin ningún deseo de estar conmigo ni un minuto: repiten, están hartos de la be, de la uve, de escribir, de leer, de las fichas y de la madre que me parió… Qué rollo… Qué rollo también. Y estoy cansada, y me gustaría tener fuerza para llevármelos a otro lugar (la basura contagia basura…), para tirar a la papelera las fichas y el mal humor, los gritos, el desorden… Son doce: seguro que el “problema” no es solo de ellos… Yo TAMBIÉN estoy allí… Será que ya no valgo, que me perdí, que en el quirófano me extirparon algo más que un disco intervertebral… En dónde, en dónde me quedé…

    Juanjo, vuelvo con los otros compañeros… A muchos les pasará igual… A lo mejor no comparten mi discurso porque, por supuesto, no ven con mi mirada… Puede que “echen todos los balones fuera”, pero a mí ese chute me suena a llamada de socorro, a petición de auxilio urgente… Son también nosotros, los necesitamos, están… Tanto como mis doce fieras, que me desafían martes y jueves y me hacen sentir tan insegura, tan inexperta, tan poco profesional…

    Vaya rollo, Juanjo… Pero es que, chico, me lo has puesto a tiro… Hoy es JUEVES, estoy de descanso, de reflexión, de relajación… Me gustan los jueves porque creo que son los días de la esperanza, de la potencia, del proyecto, de las caricias… En jueves, todo es posible: tienen cura todas las enfermedades, pueden encontrar amor todos los solos… Ay, el viernes ya tiene su peligro… y qué decir de la sentencia del sábado o del día de después, cuando todo ya está hecho…
    Si no me llamara Gemma, me llamaría Jueves…

    Y, por cierto, a pesar de la coincidencia en el día de la semana… ¡yo soy del 73 ! Vamos, todavía una niña…

  10. Me pasé, lo siento… ¡Es efecto de los relajantes musculares!

  11. Estos poetas, cuando les da por la prosa…
    ……………..

    Muy interesante gemma,

    Casi me alegra
    saber que ningún camino
    pudo escaparse nunca.

    Visibles y lejanas
    permanecen intactas las afueras.

    Gil de Biedma,

  12. De rollo nada, Gemma. Que hay que descender a tierra, e incluso a veces un poquíto más abajo, para no quedarnos colgadas de las nubes. Que cualquier tiempo pasado fue imaginado, y no siempre mejor. Se agradece tu espontánea evacuación. Por ella ha merecido la pena tu JUEVES de relax.

    Mis hernias discales saludan a tu prótesis discal. Y yo, te doy un abrazo.

  13. Gemma, ya te han dicho, nada de rollo. Se agradece muchísimo. Me hace gracia que recuerdes lo de los «balones fuera» cuando la llamada de socorro estaba solucionada en la isla de ese mismo post. Creo.

    ¿Sabes lo que pasa? Que mientras existan experiencias, concretas, de éxito en las escuelas con alumnos fracasados en otros métodos, no deberíamos rendirnos de ninguna de las maneras.

    Ante el retrato que haces te devuelvo un dato: hay un instituto en el que el 80% de las expulsiones de clase las lleva a cabo (casi que en realidad las provoca) el 10% del profesorado. Es a ese 10% al que no soporto de ninguna de las maneras, y jamás voy a justificar, porque tampoco se acuerdan del resto de compañeros… ¿Y porqué hacen esas cosas los niños en tu instituto, Gemma? Creo que esa es la gran pregunta ¿no? 😉 Será que soy dos años más viejo, aunque también «juevesino»…

    No te doy la lata en un jueves de relax. Por cierto, nos debéis una visita a Sevilla, que a Mr. Un Lugar en… se lo he dejado caer más de una vez y me da que ahora se hace el sordo 😉

    Y muchísimas gracias por tu enorme sensibilidad. Da gusto leerte y sentir a la vez que se lee. Y no olvides lo de Sevilla.

  14. No me rindo, Juanjo… Al menos, de momento. Y por la misma razón, porque sé que SE PUEDE, me «atormenta» no llegar algunos días, no saber… Me repasaré lo de la isla y los balones fuera, que tengo muy mala memoria…

    Bueno, lo demás tenedremos que «discutirlo» en Sevilla (¡o en Madrid! Te damos alojamiento y entrada gratis al teatro!)… Quizá vayamos en vacaciones de Navidad (o antes de Nochebuena o para los Reyes… ¡y recoger caramelos!). En cualquier caso, seguro que ya queda menos para la conversación y la cervecita… Aunque mira, en invierno prefiero vino… 🙂

    Y gracias por este sitio en el que cada día entro con más gusto y más cariño. ¡Abrazos!

  15. Me alegro de leer esa resistencia optimista, Gemma. De Madrid, de momento, nada, que yo lo he dicho más veces 😉 Anda, que por esas fechas váis a poder estrenar el Metro y todo…

    Y gracias a ti, por andar por aquí y por tu maravilloso blog, que es una joya. Y sabes que no es por decirlo. ¡Abrazos!

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