Llegó, llegué, llegaron las minivacaciones que por estas tierras se traducen en imágenes de martirios, turistas, inciensos… En una invasión literal de la calle que no deja espacio para otra cultura que la oficial nazarena. Ya está Sevilla parodiando a Sevilla, reviviendo sus mitos, repitiendo sus ritos, volviendo a mirar al pasado, recreándose en lo mismo permanente como si fuera distinto. Entre alemanes, japoneses, costaleros, trajes de chaqueta de Domingo de Ramos, ¿me deja pasar? Zapatos de tacones estrenados, pies doloridos, inmersión azaharosa, zapatos, pero en la mano. ¿Me puede decir dónde está la Giralda? Hace calor. Algunos hablan del calentamiento global de este infierno de planeta que estamos haciendo. La cerveza está más cara. Por favor, ¿me deja pasar? Hay que desmontar un tranvía para que pase la Macarena. Sillitas plegables, como paraguas. Llueve a partir del Martes. Campaniñeros, campanilleros, peinetas, teatro viviente. Sevilla, Semana, Santa. La Fura dels Baus. Autores, actores, espectadores. Este año, esta calle, esa vírgen. Métete de cabeza, por narices, un perfume agresivo de sensibilidad. Lo eterno, lo efímero, el derroche, las bullas. Gracias por no dejarme pasar. Las pistas de atletismo son así porque no se trata de ir a ningún sitio, sino de correr.
Estoy cansado. Han sido meses agotadores. Horas, más de las del reloj. Miles, millones de palabras, de conversaciones, de reuniones, de cursos, de respuestas provisionales, de preguntas permanentes, de sugerencias, de aprender. Y ahora, que puedo parar, me encuentro rodeado de esto. Habrá que irse a la calle, a pegarle un mordisco al azahar compulsivo en el que se está convirtiendo esta Sevilla de hoy, que no me gusta, pero que entiendo. La Giralda está en aquella dirección.
Disfruta de tan merecidas vacaciones, aunque con una Sevilla así sea dificil descansar.
Yo, por mi parte, ya he huido de allí.
Y entre otras cosas, mientras preguntas amablemente si puedes pasar, te encuentras con personas sin cara y conoces su realidad corpórea. Quizá te recomiende un bar de tapas estupendo, o simplemente, una breve conversación.
Yo me quedo con el azahar y la montaña de libros que me rodea. Aunque ambas cosas me provoquen alergia.
Juanjo, vente p’Almería que la cosa está más tranquila
¡¡Pero que bien escribes!!
Disfruta de las vacaciones como más te guste, y descansa.. ¡el tercer trimestre será largo!
Un abrazo
En Sevilla tenéis Semana Santa y nazarenos. En Valencia andamos de fallas, mascletás y ninots.. Y para petardos tenemos al Francis Countrys.
Pues nada, invitado a Madrid, que en Semana Santa sigue como siempre: sin forma, sin fiesta, sin dirección… Si quieres pasar desapercibido y cambiar de fragancias y de meolodías, tienes casa disponible…
Eso sí, Madrid nunca se queda sin gente: se van muchos… ¡pero somos tantos!
Que descanses, Juanjo, y que te hagas con más fuerzas para seguir…
No sé por qué siempre me identificas. Yo no estoy en Sevilla pero como si estuviera, siempre hay quien establece diferencias pero, al final, es lo mismo… En Jerez la única ventaja es que somos menos, pero existen las mismas ancestrales y atávicas costumbres, las estéticas, los modos, las creencias, que en el fondo no son tales.
Me recuerdan al Paleolítico, que este año me he tenido que repasar debido a las circunstancias, al final después de miles de años seguimos igual, desnortados, en una continua búsqueda de nosotros mismos, tribalmente dirigidos por la «masa» en un continuo rito y sorprendidos por el hecho de que, algún día, tenemos que desaparecer…
¿Por favor, me deja pasar? Tengo sitio en primera fila para asistir a la semana dedicada a la exaltación de la tortura, que se viene produciendo desde hace siglos, la ventaja es que, por lo menos hoy, la tortura es para los pies y… las meninges.
Un fuerte abrazo tocayo y paciencia, que mil años no son nada,
Garum
Hola Juanjo.
Yo vivo en un pueblo de 25000 habitantes y tenemos también una visceral exaltación de la Muerte. Pero aquí, además, tenemos el «fet diferencial» y la «España recalcitrante”, o sea, que tenemos una procesión a la catalana y otra a la española. Los catalanistas y los españolistas compiten, se desmarcan, exaltan sus diferencias y los unos justifican a los otros: comparten lo esencial sus rituales de Muerte (pasada, presente o futura). Y todo con un mismo dios. Semana santa identitaria que no huele a azahar, huele agrio, huele facistoide y fundamentalista.
Irracionalidad que a paso lento o no, pero sin pausa, repite y repite el camino de la agonía de la vida cotidiana.
Con todo el respeto del mundo, mejor dicho, con el mínimo indispensable: los rituales y la iconografía de la semana santa me dan asco, la verdad, creo que hieren la sensibilidad.
Un abrazo.
P.D. Aquí, todavía no hemos llegado a los 600 euros por el alquiler de una silla plegable: ¡Líbrenos dios!
Sevilla me revienta. Porque me gusta mucho, pero se me pone fea cuando menos falta hace, en primavera.
Porque hoy, Domingo de Resurrección, se termina la sangre (de Xto) y empieza la del toro de lidia.
En ambas, para no perder la costumbre, sufren las mujeres (¿porque quieren?) con ropita de verano… hoy, que hacía un frío de pelar rábanos y con tacón de aguja, dorados, sandalias, para ir a ver a un capullo machista matar un toro, mientras la peña jalea no sé muy bien qué… obsesionadas con ir perfectas, vaya usted a saber con qué oscura razón…
Me revientan los crucificados, las vírgenes con puñales en el corazón, los capillitas haciéndose los buenos, el «luto» de las mantilleras con escote y sandalia de profesional, los toreros, el público de los toreros, todo lo que rodea a los toreros, y además, las mujeres que siguen permitiendo que las cosas sigan siendo igual.
Peor para ellas y, de alguna manera, peor para mí.
Paciencia.
Mola el artículo 😉